Esto que comparto sucedió en mi vida. Lo publicaré en 3 post. Ahí va la primera parte.
Quiero abrir mi corazón para compartir mi experiencia de vida. Soy consciente que muchos se van a sentir identificados y eso es más que suficiente para convencerme que realmente tengo que hacerlo.
Poder extender mi mano a través de éstas líneas a alguien que se encuentre en la situación en la que yo me encontraba, será mi mayor satisfacción.
Paso entonces sin más preámbulos a relatar lo siguiente:
Desde pequeño tuve la inclinación hacia Dios. Algo me decía que Dios existía, que era real.
Mi familia con creencias ancestrales, luego pasan al catolicismo. Allí me bautizaron teniendo unos 6 años.
Lo que recuerdo muy claro es que había llegado a mis manos una medallita que tenía la imagen de la virgen María. Siendo un niño, por las noches cuando todos dormían yo me aferraba a esa medallita para pedirle su ayuda, su bendición, y su consuelo, ya que me tocó desde los 7 años separarme de mis padres que me dejaron en un internado donde vivía y realizaba mis estudios primarios. Esto fué terrible para mí, y creo que para cualquier niño resulta traumático.
Lo cierto es que con el paso del tiempo me dí cuenta que aunque mis ruegos eran con la fé y la inocencia de un niño, no veía resultados. Hoy entiendo que Dios no estaba en aquella imagen.
Siguió pasando el tiempo y mis hermanas comienzan a concurrir a una iglesia evangélica...y me llevaban los fines de semana.
Un día, mientras el pastor hacía la invitación a recibir a Cristo como Señor y Salvador, sentí la necesidad de Dios y comprendí que allí estaba en presencia del Dios real, no dudé y me acerqué al altar sin la compañía de un mayor, tenía 8 años.
Siguió el curso de mi vida, estaba encantado de mi nueva fé, disfrutaba las veces que podía concurrir a la iglesia. Era un ambiente muy particular, personas que experimentaban cambios muy notorios. reuniones donde éramos envueltos en una atmósfera de presencia real de Dios, presencia que sentíamos y llenaba nuestro ser interior.
Habían veces en que los fines de semana pasaba dentro del internado y allí nos obligaban los domingos por la mañana a concurrir a la iglesia católica. Veía que era distinto. Aunque había allí mucha solemnidad, pero era algo tan frío, totalmente diferente.
Fuí avanzando en mis estudios hasta terminar la escuela primaria. Luego, ya con 14 años tuve que continuar mis estudios secundarios y para ello tuve que trasladarme a una ciudad distante unos 400 km.
Lejos de mi familia, viviendo en un albergue, no teniendo posibilidad de congregar en alguna iglesia, mi vida espiritual fue decayendo.
Sumado a la etapa que me tocaba atravesar, adolescencia, juventud, mis ideales fueron cambiando poco a poco, mi fé se fué debilitando.
Llegué al punto de tener mi propia filosofía, me había aferrado a un versículo bíblico que había aprendido en la escuela bíblica: “...cree en el Señor Jesucristo y serás salvo…” encerré a Dios en ésta frase. Yo me hacía la idea que era solo creer en mi mente y nada más, y ser salvo del infierno, y que mi vida siga el curso a lo que se presente.
Creí que estaba simplificando todo, y que mi conciencia estaría tranquila.
Lo cierto es que las cosas comenzaron a andar mal...........
Te espero en el proximo post donde continuaré la narración. Saludos cordiales.
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